sábado, 10 de mayo de 2008

Aquellos días de lluvia


No ha parado de llover en todo el día en mi ciudad. Lleva así desde el jueves. Hacía años que no veía algo parecido y me ha traído muchos recuerdos de cuando era niño. Una de las cosas que más me gustaba de los días de lluvia era llegar a casa, calado hasta los huesos, pegarme una buena ducha con agua caliente y ponerme cómodo en casa. La mirada perdida a través de la ventana o terraza mientras caen los chuzos es algo ya obligatorio ante semejante fenómeno. Una vez saciado de ver caer el agua, me gustaba disfrutar de mis hobbies mientras oía mojarse la calle.

Que tiempos en los que volvía del colegio un viernes y andaba más despacio a propósito para empaparme bien. Si tenía algo de dinero, me gustaba pasarme por el videoclub que quedaba en el camino y alquilarme algún juego de NES que seguramente no podré comprar. Probotector, Adventure Island, Joe & Mac, Mc Kids... Estos juegos los he disfrutado en días como hoy.

Una vez elegido, el juego es guardado con mimo en la mochila, junto a los libros de texto. Mi andar ahora es más rápido debido a las ganas de probar el alquiler. Llego a casa, saludo y voy a mi cuarto. Las cosas hay que hacerlas con calma, así que primero la ducha, el pijama, un buen bocata y a encender la consola con la nueva adquisición temporal dentro.

Aquí en Alcalá llueve agua pero mientras, en mi cuarto, estoy en alguna selva futurista esquivando otra lluvia compuesta por pequeños píxeles blancos haciendo las veces de balas. En la calle el cielo es gris, pero en mi cuarto cobra colores chillones mientras voy cogiendo cajas con las que acabar con mis enemigos. La lluvia aprieta y detengo mi partida, es la hora de ir a la terraza y ver el espectáculo meteorológico. Los charcos que se forman en el asfalto son asediados por ruedas de coches que pasan a gran velocidad y les obligan a dividirse. Gente al descubierto corriendo para cobijarse y otros tantos con paraguas ocupando esas pequeñas zonas donde guarecerse que tan poca falta les hace. Veo a los vecinos de edificios colindantes observando el mismo espectáculo, respirando ese aire humedecido y relajándose con el sonido.

La voz de mi madre me recuerda que tengo la televisión encendida y vuelvo a mi mundo digital, la pelea contra ese tiranosaurio gigante a base mazas y bumeranes promete ser reñida.

Hoy he tenido una situación parecida. En lugar de volver del colegio, vuelvo de trabajar. Esta vez no ha hecho falta andar más despacio para mojarme, el ser cartero le permite a uno disfrutar del tiempo que haga en ese momento. He llegado a casa, aparcado el carro y me dispongo a darme una buena ducha de agua caliente. El videoclub donde alquilaba los juegos ya no existe, ahora es una tienda de ropa. Es igual, no me puedo quejar en cuanto a adquisiciones consoleras, ya no me hace falta. Aunque he de reconocer que alquilaría un juego sólo para recordar viejas sensaciones. Ya no llueve como antes, aunque no ha cesado, lo hace con mucha menos intensidad. El espectáculo que se ve a través de la terraza no tiene nada que ver con el de antaño. En seguida me metí dentro de la casa, calenté la comida y, sólo como homenaje a aquellos días, volví a conectar mi vieja NES con el pijama puesto. Lástima haber prestado el Super Mario Bros. 3, me hubiese venido de perlas. Vaya, parece que empieza a llover con más fuerza...