sábado, 12 de enero de 2008

Incultura


Gabriela Mistral, Rubén Darío, Ernest Hemingway, Charles Dickens, James Joyce, Geoffrey Chaucer, Mark Twain, Edgar Allan Poe, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, William Shakespeare, Isabel Allende, Gustavo Adolfo Becquer, Federico García Lorca, Lucía Etxebarría, Francisco de Quevedo, Amado Nervo, Manuel Acuña, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Gioconda Belli, Manuel Machado, Luis de Góngora, Jorge Manrique, Camilo José Cela, Anna Frank, Tina Modotti... No conozco a la mayoría ni he leído nada de ellos. Me resulta familiar algún nombre por diversos motivos (personajes actuales, nombres de calles, son extremadamente famosos...) pero en este arrebato de ridícula sinceridad, he de confesar que no tengo el placer de conocer nada de lo que estas personas han hecho que enriquezcan a tantas otras en el mundo.

Puedo hacer una lista igual de larga/corta/acusadora/abrumadora sobre políticos, físicos, matemáticos, actores, directores, músicos, cantantes, filósofos, historiadores, reyes, monarcas, duques, pontífices, dibujantes, deportistas, inventores, revolucionarios, cocineros... Todos, claro está, dentro del selecto grupo de personajes importantes, célebres, de culto o como queráis denominarlos.

¿Y ahora que hago? El no conocer a estas personas, a sus obras, a sus frases célebres, el motivo por el que se les tiene tanta estima, ¿me hacen ser peor persona o ciudadano de poco provecho? ¿Soy por ello un ser vacío, uno más de tantos que lo ignoran? Si ahora me intereso en saber quienes son o que han hecho, ¿mi vida va ha mejorar? ¿Voy a cobrar más cada mes? ¿Podré dejar más sonrisas en las caras de los míos? ¿Tendré mejor salud? Quizá, en un momento dado, yo forme parte de esa lista. Quizá alguno de los integrantes de esta lista desconozca los demás o algún individuo.

Tan sólo soy un individuo que sigue adelante, intentando hacer que cada día tenga cierta armonía acorde con mis sentimientos y con lo que he ido construyendo. Una armonía que se equilibra entre la aleatoriedad y lo planificado. Un equilibrio frágil, difícil de ver, difícil de controlar, fácil de añorar, fácil de depender que me da fuerza. Una fuerza que da como resultado mi mundo interior, la base de mi existencia.

Todo esto, conseguido gracias a la experiencia y al apoyo/castigo de los míos. No estoy vacío por desconocer la tragedia de Hamlet, no valgo menos por no saber ni un solo poema de Neruda. Simplemente he tomado otro camino en el que la sal de la vida la saco de mi experiencia, no de los condimentos de los demás. ¿El desconocer todo esto no me ha dado ambición en la vida? Puede ser, pero la ambición que veo en los demás no me gusta. Les hace ser personas feas con finales más feos. Claro que habrá alguno que las haya conseguido (queriendo tener otras más inmediatamente) pero sólo conozco casos de sueños rotos, tristes sueños rotos.

Claro que... puedo estar equivocado y necesitar cierta influencia para rellenar huecos en ese mundo interior.

Moraleja: Respetar lo que es de los demás y no menospreciéis a los que veáis inferiores (en todos los aspectos)

Verborrea en un Sábado por la tarde. No apta para todos los públicos. Esta opinión/despropósito puede escandalizar a más de uno. Se recomienda no hacerle mucho caso, ni siquiera yo estoy muy contento con el resultado de tan "largo manuscrito". Sólo son pensamientos que me rondaron ayer por la noche mientras escuchaba una conversación de amigos.